Otro interesante artículo de opinión que nos envia nuestro colaborador D.Francisco Hervás Maldonado. Coronel Médico en la Reserva.
NO HE DE CALLAR
En el siglo XVII (y ya ha llovido desde entonces), Quevedo escribía al déspota Conde-‐Duque de Olivares:
“No he de callar, por más que con el dedo, ya tocando la boca, ya la frente, silencio avises o amenaces miedo.
¿Es que no ha de existir un espíritu valiente?
¿Es que siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Es que nunca se ha de decir lo que se siente?”
Bien, pues le costó la cárcel. Han pasado casi cuatro siglos y apenas si hemos mejorado. Leía yo, hace unas horas, el fallo del Tribunal Europeo de Derechos Humanos (TEDH) de Estrasburgo contra el Estado Francés, por prohibir la sindicación en el ejército, sentenciando por unanimidad que la prohibición absoluta de sindicatos en el ejército francés es contraria al Convenio Europeo de Derechos Humanos.
Actualmente, pocos ejércitos poseen sindicatos, como el portugués. Sin embargo, la sindicación encubierta en forma de asociacionismo es un hecho en casi todo el mundo. En Uruguay, por ejemplo, hay sindicatos militares (es un sindicato único, lo que todavía es peor). En Argentina se debate actualmente su creación, cosa que se va a producir – muy probablemente – pronto. En Estados Unidos, desde los tiempos de la guerra de Vietnam, con su creación de los GI, que eran sindicatos encubiertos, están dándole vueltas al asunto. De hecho ya se han creado sindicatos del personal civil que trabaja en las Fuerzas Armadas, cuya labor es crítica en su logística y vida diaria.
¿Y en España? Bueno, el antecedente son las Juntas de Defensa de 1917, surgidas tras el desastre de Cuba y Filipinas, perdidas – entre otras razones – por la terquedad y pocas miras de nuestros gobernantes de entonces. Esas Juntas de Defensa, junto con la llamada Asamblea de Parlamentarios de Barcelona (los catalanes, que no se resignaban por la pérdida económica brutal que les supuso la derrota en Cuba y Filipinas, donde ellos eran casi un monopolio de explotación) y la revolución social con la Huelga General, supuso que el enfoque torpe del liberal Manuel García Prieto hiciese caer a su gobierno, siendo sustituido por el conservador Cánovas, quien hizo lo peor posible: legalizó las Juntas de Defensa y untó a los catalanes, o al menos les dejó mangonear por el resto de España. Esta revolución en España era consecuencia de la soviética. Habían caído los zares y el gobierno de Kerenski no podía controlar la situación, ante la presión bolchevique.
Años después, se descubre la pólvora: las asociaciones profesionales de las Fuerzas Armadas, especialmente en la Guardia Civil. Porque la Policía Nacional, tiempo ha que se sindica. Una chapuza más, pues lo primero que hay que hacer es lograr que se cumpla la ley por parte de algunos mandos. La soberbia, pésima gestora del mando, se sigue enseñoreando en algunas gentes torpes, que confunden la función con la propiedad, la subordinación con la esclavitud y la apetencia con la obligación. Eso pensando bien, que si uno piensa no tan bien, observa los escándalos que también en las Fuerzas Armadas están sucediendo. Y lo peor: no se limpia la casa, o al menos no se limpia lo suficiente ni en la manera debida.
En la gestión económica se choca con una burocracia enorme multilegislada. Y ya sabemos: a más leyes, más posibilidades de trampas. Leyes hay muchas, algunas incluso contradictorias, por lo que es imposible literalmente el cumplirlas todas.
Peor es la gestión disciplinaria. Si ya era desastrosa, por abusiva, hace años, cada ley que se aprueba supone un mayor blindaje de los políticos frente a los militares. Da igual que te tires de los pelos con tus compañeros, pero a los políticos, ni tocarlos. Un escándalo, desde luego. Esto tiene una consecuencia espuria, la bajada de la calidad en el mando de nuestras Fuerzas Armadas. No son los mejores, sino los más sumisos, quienes mandan. A veces me da miedo pensar qué sería de nosotros sin la posibilidad de que nos defiendan nuestros aliados de la NATO, UE, etc. Y como complemento de esto, las vacantes. Todas a dedo, o casi todas, incumpliendo la propia normativa aprobada al respecto, que de hecho las limita a lo mínimo indispensable.
Contra todas esas arbitrariedades, y otras muchas que todos conocemos, las actuales asociaciones o sindicatos domados (porque no la pueden piar) tratan, a veces con formas poco recomendables, de defender a sus asociados, cosa que en la práctica es imposible, pues siempre te sacan el argumento de la disciplina y la subordinación, propio de regímenes despóticos, como el del Conde-‐Duque. Pero es curioso: ningún jerifalte habla del liderazgo, de la capacitación, de las pruebas de cualificación periódica a todos los niveles, como sucede en muchos otros ejércitos, de la evaluación del mando, de los estados de opinión, periódicos y libres, de la preparación mínima necesaria para ejercer un puesto, etc. ¿Qué tontería es esa de la libre designación y de la idoneidad? ¿Idoneidad para quien, para el bolsillo de alguien? La libre designación solo puede hacerse tras una competencia en la que exista una igualdad probada entre los aspirantes. Lo otro es política, no lo dudemos. ¿A qué jugamos, a darnos besos o a trabajar?
Siempre me acuerdo del consejo que el general Franco daba a algunas personas cuando le pedían ayuda para saber cómo se había de gobernar: “haga como yo, no se meta en política”. No es que sea yo franquista ni antifranquista. Me molestan todos por igual cuando empiezan con la berrea. Simplemente digo una cosa: menos morro, señores políticos, que lo que tocan lo llenan de mierda. Cada vez que se les ocurra algo, hagan 246 flexiones, a ver si se cansan y se duermen. Y esto va por los actuales y los que dicen que van a revolucionar el país (o a lo peor eso quiere decir engordar sus bolsillos).
Finalmente, al presidente Rajoy le recordaría una frase de casi dos mil años, una sentencia romana: “audaces fortuna iuvat” (la fortuna ayuda a los valientes). Lo estamos viendo con Podemos & cía. Las cosas no se arreglan solas, señor presidente. Hay que limpiar. Hay que decir la verdad. Hay que suprimir pesebres. Hay que respetar a los buenos profesionales, funcionarios incluidos. Hay que no gastar en tonterías. Hay que poner firmes a los abusones, por muy nacionalistas que sean. Hay que disolver los partidos de traidores. Hay que cohesionar el estado.
Hay que promocionar la moral pública. Porque la gente decente no berrea, pero vota. No deje el camino libre a los berreantes por su inacción. No vaya a ser que le pase lo que a Rocinante, en su diálogo con Rocinante, al principio del Quijote:
B: ¿Es necedad amar?
R: No es gran prudencia.
B: Metafísico estáis.
R: es que no como.
Señor Rajoy, ¿es que acaso está usted a dieta? Lo vengo notando muy delgaducho últimamente…
Francisco Hervás Maldonado. Coronel Médico en la Reserva